miércoles, 8 de febrero de 2017

Sin aliento hacia la performance


Por Roma Vaquero Diaz-

Norma Ambrosini, una artista inquieta que hace de la performance una forma de existencia.

Norma Ambrosini es un estallido, un deseo continuo y una acróbata de la curiosidad. Su presencia te despierta y, sin siquiera advertirlo, te abre un campo de dudas acerca de todos los supuestos dados. No le interesan las repeticiones ni las formas establecidas, sino que se lanza a la autopista de la aventura sin más herramientas que su propia avidez. Siempre honesta, siempre inquieta.

Ambrosini nació en Boulogne, provincia de Buenos Aires, en 1967. Durante su infancia en Gálvez, Santa Fe, bailaba, cantaba y confeccionaba ropa de muñecas junto a su madre, disfrutaba del ballet con su abuela y compartía el amor por la música al lado de su padre, un médico melómano que dirigía orquestas imaginarias. Durante la entrevista nos cuenta que siempre fue muy activa, tanto que a los pocos meses de adoptarla, su madre adelgazó nueves kilos. Norma tenía apenas un año de edad. 

Profesora de Expresión Corporal y Licenciada en Composición Musical, se queda sin aliento frente a la performance, a la cual dedica la mayoría de sus proyectos desde una mirada que intenta salir de los lugares fijados. En la actualidad, integra “La Quadrille” junto a Diego Stocco, con quien ha dirigido “Amar el día, aborrecer el día”, entre otros proyectos.

Reflexiva y sin tapujos, nos cuenta sus primeros acercamientos al arte, el recorrido de su búsqueda y su elección una existencia performática.

Recorridos bifrontes

Si bien la danza me gustaba mucho, mi madre no me enviaba a clases, siempre se lo pedí pero no lo hizo. Sí, en cambio, como mi padre era médico de pueblo chico y cambiaba su trabajo por favores y alimentos, un paciente que tenía una técnica para aprender guitarra sin saber nada de pentagramas, ni teorías, ni solfeos, le ofrece sus servicios. De un día para otro comencé a visitarlo a su casa y a estudiar su metodología de punteo. Para eso, mi abuela sacó un crédito para comprarme mi primera guitarra. Como andaba muy bien, pero el maestro era muy anciano, pasé a una maestra que también enseñaba en su domicilio. La metodología era muy dinámica: llegabas, le decías qué canción querías tocar y ella te decía “Escribí la letra en forma de poema”. Ella ponía los acordes arriba de las palabras correspondientes y te volvías a tu casa a estudiarla para mostrarle a la semana siguiente y pedir una nueva. Al mismo tiempo, comienzo mi recorrido por el canto coral, formo un dúo de guitarra y poesía, y empiezo a cursar en la Escuela de Música.

A los 17 años ya era profesora de flauta y ejercía la docencia. Cantaba en las peñas, había descubierto el rock nacional y la trova cubana, más el folclore y la música clásica que me acompañaban desde hacía años. Pero decido irme a Rosario a estudiar la carrera de Farmacia, porque me resultaba fácil química en el secundario y porque teniendo una farmacia en una ciudad pequeña, iba a poder tener mucho tiempo libre como para ir a recitales y dedicarme a escuchar música y ver espectáculos.

Me entero de la existencia del profesorado de Expresión Corporal y comienzo a cursarlo, convenciendo a mi madre que haría las dos carreras juntas. Pero al mes de comenzar a cursar dejé Farmacia y empecé a prepararme para rendir los tres primeros años libres de la Licenciatura en Composición en la Universidad Nacional de Rosario. De allí en más cursé las dos carreras juntas.

Respecto de la performance, en primer año del Profesorado de Expresión conozco a Norberto Campos, quien a segundos de conocerlo me criticó desde el color del pelo hasta la forma de vestir. Luego él reconoció una veta humorística en mí y se transformó en el maestro y en la artista que yo aspiraba ser. Desde el segundo año tuvimos una compañía llamada “El quid de la Expresión”. Participábamos donde sea, me hacía cargo de lo musical, lo coreográfico era de creación grupal y nuestro límite era lo disciplinar. No debía parecerse a algo que preexistiese. Paralelamente, armé un dúo con el cual comenzamos cantando boleros y devinimos en humor musical. El grupo antidivista y feminista fue “Las novias de Tito Puente”, un referente del under, alabado  por la comunidad gay e invitado al Encuentro Hemisférico de Performance organizado por la Universidad de Nueva York en Buenos Aires en el 2007.

Tuve oportunidad de trabajar en las dos últimas puestas de Norberto Campos. Yo hacía muy poquito que estaba recibida y él confió en mí. Quería que no me fuera a vivir a Estados Unidos, porque decía que tenía que quedarme en el profesorado. Pero me fui. Cada vez que volví lo visité. Incluso hablé por teléfono desde Estados Unidos unas semanas antes de su desaparición. Fue un gran referente en mi vida y la persona que me introdujo al feminismo.

Cuando vuelvo a Rosario tuve que empezar de nuevo: relaciones, contactos, visitas a escuelas, escribir proyectos. Los amigos de siempre me tendieron una mano desde lo creativo, en particular Marcelo Díaz, quien nunca dudó en convocarme. Volví al profesorado del Instituto Superior Provincial de Danzas  “Isabel Taboga”, concursando para el Primer Elenco estable de Expresión Corporal.

Por Marcelo Díaz conozco a Diego Stocco, un fotógrafo, actor y bailarín que se dedicaba a la performance. Nos reunimos y decidimos estudiar juntos, compartir saberes y crear una compañía. Así, en el año 2010, nace “La Quadrille”, compañía intermitente de investigación en la performance. Nos empezaron a llamar para descontracturar los congresos universitarios: rompimos tesis y armamos esculturas gigantes, montamos acciones en baños públicos y jugábamos al teléfono descompuesto con los congresistas. Nuestros artículos se publicaron en catalán, en español y en inglés, y en febrero de este año llegó lo deseado: el contacto con La Pocha Nostra, la cual consideramos la compañía de performance más importante en la actualidad. Simultáneamente, nos invitan de Chile para apropiarnos de Escena Doméstica, un ciclo de propuestas artísticas en casas de familias que había comenzado en Europa, pero que los chilenos tomaron y nominaron así.

En síntesis, la teoría Queer, los Estudios de Performance, la Teoría de la Percepción y la Antropología de los Sentidos fueron los marcos teóricos relevantes para poder conformar el bagaje hasta hoy.

Los caminos de la composición

Dejé formalmente la composición musical en el año 2000, cuando vendí todos mis equipos para irme del país, pero siempre hay algo que me hace volver. En general, trabajo música mixta. Me gusta la combinación de lo melódico, lo rítmico y lo sonoro cotidiano. Mi idea siempre es volver a escuchar o volver a mirar, de manera de interpretar o darle una nueva oportunidad a lo que nos acontece.

Para una de las últimas obras de Norberto, “El teatro del Sigilo”, grabamos con un DAT sonidos de muchos bares “de hombres” de Rosario donde se jugaba al billar, al ajedrez, donde existían los teléfonos públicos. Hice una partitura analógica con el trabajo de grabación de esos sonidos, para que cualquiera de la compañía pudiera ser el técnico. Los sonidos en muy pocas ocasiones eran coincidentes con la acción. Fue un trabajo genial, que me enorgullece. Allí ya comencé a delegar, a pensar en trabajos democratizadores, a descomprimir los roles de dirección o poder. A vivir la horizontalidad escénica.

Desde lo corporal como montaje, trabajo las imágenes o los landscapes pero desde lo netamente conceptual. El cuerpo performático es el único acontecer que me puede, desde un tiempo a esta parte. Me maravillo por alguna que otra experiencia teatral o dancística, pero lo performático es lo que me deja sin aliento. Creo que es lo único capaz de modificar hondamente los procesos de mirada y convivencia del arte con lo que nos sucede. En realidad, el germen compositivo desde lo corporal puede ser un texto, un trabajo de improvisación, imágenes de cuerpos que hayan pasado por mi sensibilidad y, de allí en más, no me preocupa mucho el formato o las definiciones. El formato es el resultado del transitar de esa idea, durará lo que dure, será lo que será y si no puede definirse, se inventará un término. El recorrido compositivo del cuerpo me permite mucha libertad. Me encasilla al momento de pedir subsidios o presentarnos en festivales pero cada vez me importa menos. Cada vez pienso el arte de manera más efímera.

La Expresión Corporal y la Performance hermanadas por el río

Para mí, la Expresión Corporal y la Performance son lo mismo. Porque en nuestro caso, esta disciplina hija de Patricia Stokoe y enmarcada en la experiencia de la sensopercepción, no fue el único camino u opción. En Rosario no existían terciarios de estudios corporales y se logró abrir el nuestro, cuando no existían docentes titulados. Se eligieron los docentes por recorrido artístico escénico. Por eso siempre hablamos de maestros artistas. Por lo tanto, si bien el título es de profesor, las dos corrientes, la pedagógica y la artística escénica, siempre convivieron. En comparación con Buenos Aires y con Santa Fe, cada profesorado tuvo sus logros y fueron disímiles, como así también nuestros recorridos. Particulares, ni mejores ni peores, representativos.

Si buscamos en internet Expresión Corporal, encontraremos que se trata de manifestaciones conscientes y no conscientes; si pesamos la performance desde el punto de vista de Judith Butler es semejante. Se refiere a pequeños actos performáticos que constituyen nuestro género, que nos constituyen. Lo mismo sucede si pensamos el cuerpo como Helena Katz. Jerzy Grotowski, por ejemplo, habla del que hace de sí mismo y no del que hace de otro. Y yo las unifico cuando se dice que todo puede ser performance y todo puede ser estudiado como performance . La performace es un haciendo y un estado a la vez.



El saber corporal de la performance

La performance no rotula, respeta, es democratizadora, no juzga. Por lo tanto, si alguien dice que hace performance ¿quién soy yo para contradecirlo aunque me parezca que lo que hace es origami? La performance puede ser origami también. Antes razonábamos respecto a los principios de los tiempos. Postulábamos que, si alguien le decía al ser primitivo “hacete algo”, lo que seguramente hacía era una performance, quizás por su relación corporal con el estado del ritual. Luego a esos actos indefinidos se los dividió en disciplinas: en danza, en música, en teatro. Otras corrientes que se confrontaban con nuestra teoría decían y dicen que la performance, como hoy la conocemos, nace por el agotamiento de las demás disciplinas de la mano del dadaísmo y el futurismo.

Yo creo que la performance nació en muchos sitios y no sólo en sitios donde las buscamos. No solo en el arte, porque la performance es una forma de pensar y hacer la vida. John Cage fue performer pero no por ser músico, sino por ser un democratizador del sonido. Puso en juego al ruido. Lo valorizó. Y de esa misma forma, un cocinero de Los Ángeles piensa sus platos lejanos a lo alimenticio, le encuentra cualidades estéticas y potenciales. Los “Anonymus” igual pero en otro campo. Todo lo que suma relectura de lo que acontece y modifica lo pensado, lo estipulado, sin generar absolutos, es performance. John Cage nunca dijo “desde hoy en adelante”, sino que dijo “yo uso el ruido así, la sala de conciertos así, y digo que acá hay música porque yo siento que la hay”. Ni siquiera lo impuso, lo sugirió y encima mucha de su música la decidió tirando el I Ching, mostrándole al mundo que alguien, “otro”, decidió que así fuera y él respeta ese acontecer.

Un amigo me dijo hace un tiempo que un performer es como un profeta: le quema el mensaje por dentro. Y yo agrego: y como quema, debe salir, como sea, desprolijo, sin saber muy bien a qué sitio pertenece, sin técnica visible o reconocible, sin rótulo. La performance simplemente es, acontece. Intenta ser de los disidentes, los que están en lucha, buscando un lugar, dejar claro algo, hacerse sentir, visibilizarse. Permite la relectura, un nuevo posicionamiento “frente a”. Modifica los supuestos y los paradigmas. Es una postura sin absolutos que está presente en todo lo que podemos hacer. Es la libertad de poder modificar: lo que hago, lo que escribo, lo que leo.


Para mí, siempre es la respuesta a la opresión, a lo no dicho, a lo oculto a lo asqueroso, a lo vergonzoso, a lo nefasto. Por eso la performance no permite acceso al personaje sino a la persona: alertas, en vilo, y aunque abatidos y desgarrados, siempre esperanzados.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario