Por Roma
Vaquero Diaz
Desde la
obra de Esther Ferrer, una amplia mirada sobre el lugar del cuerpo de las
mujeres en la historia del arte.
En los
sesenta, algunas artistas se preguntaron por qué no había grandes
mujeres artistas en la historia del arte. Advirtieron entonces que la historia
del arte es patriarcal y que a las mujeres se les reserva el lugar de musa. En
ese discurso hay una densa escritura de la mirada masculina sobre el cuerpo de
las mujeres, porque las imágenes parten de una visión patriarcal y falocéntrica
que les niega la capacidad de representarse a sí mismas, relegándolas a un
lugar de objeto. Esta narración acerca del cuerpo femenino produce la
domesticación de la mirada y la cosificación de lo femenino omitiendo
sistemáticamente el discurso artístico de las mujeres.
Si la desnudez del cuerpo, sin las
contorsiones de la seducción, es un derecho que se nos ha negado, las artistas
deciden reclamar el cuerpo femenino, apropiarse del mismo para subvertir la
mirada masculina, recurrir a su propio cuerpo como herramienta artística para
desestabilizar los cánones de la cultura patriarcal y reeducar la mirada desde
una perspectiva de análisis feminista.
La performance, el arte acción, aparece como
territorio para interrumpir la mirada
patriarcal, para intervenir la escena del arte con el cuerpo, exponiendo el
cuerpo como el lugar de cuestionamiento.
Una de estas artistas interesada en sacar el
cuerpo femenino del espacio de cosificación para convertirlo en un cuerpo vivo,
en un cuerpo de acción, es la donostiarra Esther Ferrer, quien investiga su
cuerpo en relación con el tiempo y el espacio, y trabaja con la desnudez del
mismo para provocar la reflexión del que mira, y de esta manera poner su propio
cuerpo como espacio de arte acción para subvertir la mirada.
Su obra constituye una forma de lucha
política. Rechaza la noción de ficción, porque ella crea y ejerce realidad, y
no adopta ninguna personificación en sus performances al asumir completa y
absolutamente el riesgo real de sus acciones. Ferrer desarrolla un arte pobre
en materiales y rico en ideas, donde la ironía y el sinsentido ponen en
paréntesis al sentido.
Sus performance tienen estructura, nunca son
improvisadas al cien por cien, las piensa, las estructura en su cabeza, las
escribe y es a partir de ahí que puede improvisar y que la obra se transforme
in situ. La performance posibilita la presencia corporal del artista, lo cual
constituye un factor desalienante, y la transformación de lo creado a partir
del contacto con el espacio público. Lo que acontece en la acción es más
importante que lo planeado, ya que es la vida en sí misma pasando y permitiendo
ese riesgo.
Íntimo y
personal
En 1967, sustentada en consignas como:
nuestro cuerpo nos pertenece y empleemos nuestro cuerpo no para la mirada del
hombre sino para vehiculizar lo que nosotras queremos hacer y decir; Esther
Ferrer compone la performance Íntimo y Personal. Una acción donde mide su
cuerpo, toma nota de las mismas y las lee en voz alta.
El cuerpo vinculado a cuantificaciones y
medidas construye una conciencia corporal basada en la necesidad falocéntrica
de control. Carece de importancia lo que piensa, desea o acciona ese cuerpo,
sino que es un cuerpo para ser visto, para ser deseado. Ferrer, a través de
Íntimo y Personal, cuestiona esta construcción del cuerpo femenino así como su
mercantilización, buscando tomar conciencia de sí mismas, del ser mujeres y de la
sexualidad. Al mismo tiempo, dice: yo no correspondo en lo absoluto con las
medidas impuestas en los estereotipos de belleza, pero tengo derecho a tener
este cuerpo y de hacer con él lo que quiera.
A partir de esa primera puesta en marcha de
la acción, Ferrer ha seguido realizando la performance con algunas variaciones:
medirse a sí misma desnuda, medir a un hombre desnudo, ambos desnudos
midiéndose mutuamente, ocho personas midiéndose con todas las combinaciones
posibles. Al mismo tiempo, también se pone en juego el impacto de ir presentado
y midiendo su cuerpo a través del tiempo ya que al envejecer las medidas
resultantes también se modifican.
Así mismo, Ferrer ofrece la siguiente guía
general para la ejecución de la performance lo cual constituiría una nueva
performance:
Instrucciones: Lo puede hacer una persona sola o muchas a la
vez sin discriminación de sexo, edad o condición. Se lo pueden hacer también
unas a otras, por parejas, en fila: el primero es medido por el segundo, que a
su vez es medido por un tercero, etc., etc. Puede hacerse desnudo o vestido, de
pie o tumbado, en cualquier posición y situación. Ante numeroso público o en la
más completa soledad, si es ante el público, puede ponerse un espejo al fondo
en el que este se refleje. El resultado varía, pero no
demasiado.
Cada persona dispondrá de un metro con el que
se irá midiendo o midiendo al otro lentamente, la parte del cuerpo que desee.
Cada vez que tome una medida pondrá sobre el lugar un punto, una nota musical o
un número. Al mismo tiempo o inmediatamente después puede decir o no el número
en voz alta, o tocar la nota que prefiera sobre un piano o cualquier otro
instrumento musical disponible. Si le resultara más fácil, puede escribirlo en
una pizarra. Las partes a medir son absolutamente libres, por lo que no es
imprescindible que los hombres se midan el sexo (en erección o no).
Cuando cada cual considere que ha medido ya
lo suficiente, basándose en su criterio personal, subjetivo y por supuesto
anárquico, puede hacer lo que quiera, por ejemplo: 1) si ha anotado los números
en la pizarra, sumarlos cuidando de no equivocarse, pero sin temor a hacerlo.
Puede también anotarlo en el suelo y pasearse por encima (lo que facilitará su
encuentro con los otros); 2) puede repetir el número cuantas veces lo desee al
ritmo de su canción o sinfonía preferida; 3) puede hacer realmente lo que tenga
ganas, solo o con aquellos a quienes su proposición interese; 4) puede
marcharse tranquilamente; 5) puede quemar en un cenicero todos los números o
puntos o notas pegadas en su cuerpo, etc.
Las palabras ÍNTIMO y PERSONAL son únicamente
informativas, pueden pegarse sobre el cuerpo o escribirse. La foto es
facultativa. Si el resultado le ha satisfecho plenamente, vuelva a empezar
cuantas veces quiera.
Esther Ferrer ofrece su propio cuerpo como
texto donde lo íntimo y personal desborda en un plano artístico y político
constituyendo otro territorio a ser visto. Ella, al igual que otras muchas
mujeres artistas, continúa trabajando para hacer historia con su propia
historia en el arte.
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