Por Roma Vaquero Diaz.
Una
artista alemana llega a Argentina para compartir las experiencias entre lo
público y lo privado junto a un grupo de performers que residen en Buenos Aires
Katharina Jej me recibe con un
abrazo y me invita a recorrer la casa, una construcción antigua con puertas
grandes y techos altos iluminada por murales y gestos artísticos. Sentadas en
la ventana de la residencia de Anderson Feliciano, entre el ruido de la calle y
el aroma del té recién preparado, la artista alemana me cuenta del Festival de
Performance En Casa, que tendrá lugar en Buenos Aires del 21 al 24 de abril en
las viviendas de los artistas Gustavo Solar, Jenny Toro Salas, Anderson
Feliciano y Graciela Ovejero Postigo.
Una casa es la prolongación del
cuerpo de quien la habita, un espacio privado e íntimo. Katharina Jej
problematiza ese territorio con la intromisión de otro artista a ese espacio y
propone hacer la obra de ese encuentro. Para eso, sugirió a cuatro artistas que
residen en Argentina vivir tres semanas en el hogar de cada uno. Ese espacio,
privado para uno y ajeno para otro, será el lugar de la convivencia y de la escena. “Cada casa es diferente,
se ubican en barrios diferentes de Buenos Aires y cada performance será única
porque nacerá de la rutina compartida”, afirma la artista.
La obra explora el
entre de lo privado y lo público, lo originario y lo extranjero, lo
íntimo y lo superficial. El proyecto también interroga ese punto que permite
vivir y trabajar juntos: la construcción del vínculo, el compartir lo
cotidiano, el hacer performance, la observación del ritmo de cada uno y las
condiciones íntimas y necesarias para sentirse en casa, en casa de otro.
Katharina describe que le gusta “realizar yoga al despertar” porque necesita
ese ritual para sí misma y lo mismo le sucede “con rutinas de limpieza o de
alimento que necesito para sentirme en casa y, simultáneamente, debo resolver
cómo hacerlo para respetar las necesidades del otro”. Al convivir hay
necesidades que se modifican y otras que son inmodificables, pero al mismo
tiempo el encuentro con el otro permite el encuentro consigo mismo.
Nacimiento de la idea
Katharina desprende una uva del
ramillete que coloca sobre la mesa y nos cuenta el origen de la obra. “Estando
en mi casa en Colonia, Alemania, a finales de enero de 2015, me sentía
encerrada, fijada en mí misma, en mis rutinas, presa de mi estructura.
Necesitaba que ocurriera otro mundo que no fuera lo sujeto por mí. Entonces pensé
en invitar a vivir allí a otro artista para luego, a través de esa experiencia,
realizar una performance. Convertir la casa en un territorio de juego”. Pero el
dueño de la propiedad donde ella alquilaba no estaba interesado en convertir
ese espacio privado en una experiencia pública. “Por lo tanto, si los artistas
no podían venir, tendría que ir yo”, resume. En consecuencia, abrió una
convocatoria a artistas que estuvieran interesados en desarrollar esta
convivencia con final artístico.
En Colonia se realizó en los
domicilios particulares de los artistas Sebastian Zuhr, Diane Müller y Lala
Nomada. Y fue entonces cuando pensó por qué no llevarlo a cabo en Buenos Aires,
lugar que potenciaría aún más esta idea de extrañamiento, ya que no tenía
conocimiento acerca de la ciudad, del lenguaje y de los artistas. Katharina llamó
a una nueva convocatoria para Argentina y allí acordó con Gustavo Solar, Jenny
Toro Salas, Anderson Feliciano y Graciela Ovejero Postigo, con los cuales no
sólo viviría sino también ofrecería al público la síntesis de esta experiencia
de situaciones privadas.
La potencia de los encuentro
Anderson Feliciano, dramaturgo y
performer de Belo Horizonte, se acerca a la habitación donde nos encontramos en
su casa de Caballito -que será escena de performance en pocos días-, para
ofrecernos una taza de té. Feliciano dice que le interesó participar del
Festival porque piensa que los encuentros son muy potentes. “Convivir con otra
persona, trabajar como performer el concepto de privado llamó mucho mi
atención. Mi casa, este lugar cotidiano, al trabajarlo con Katharina se
transforma en otro espacio, ya no es la misma casa. Los límites de lo artístico
y lo rutinario se mezclan y se confunden. Además, accionar siempre te pone en
alerta, en riesgo, te obliga a salir de la zona de confort”, explica.
El Festival De Performance En
Casa propone dejar de ser extraño en el hogar de otro, convertirlo en un lugar
de creación y de juego donde vida y arte se fusionen. Con esa sensación nos
despedimos en el umbral de una casa que nos recibió como desconocidos y ahora
nos encuentra como amigos esperando por la performance.
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