Por Roma Vaquero Diaz.
Recorrido por Sonoraje, una
experiencia de cruce entre la luz y el sonido con la presencia participativa de
los cuerpos.
Llegar a Peras de Olmo, espacio de arte, residencia
de artistas y hogar de Graciela Ovejero Postigo, es entrar en un mundo otro y
al mismo tiempo, sentirse en casa. La artista tucumana concibe Peras de Olmo como
un territorio sin coordenadas, un espacio de resistencia desde dónde pensar el
mundo, abierto a la experimentación y a la búsqueda artística.
El motivo para llegar hasta allí, una noche de mayo,
fue Sonoraje, un encuentro de artes combinadas donde el sonido es el conductor
ceremonial que guía el rito de
iniciación. Sonoraje, construcción efímera de presencia explicita, es una serie
mensual de encuentros abiertos con invitados especiales, donde se hacen
presentes la experimentación sonora y lumínica junto a otro tipo de poéticas
corporales y vocales en contexto, que busca la participación, el sonar y la
escucha expansiva durante dos horas.
La
noche comenzó coordinada por Julio Lamilla, Nika Zete y los caleidoscopios
espaciales de Flujus. Este colectivo
internacionalista de improvisación sonora y proyecciones caseras, construye escenas
lumínicas sonoras con lupas, vidrios y luces junto a ruidos, cortocircuitos y
errores. Para el sonido, usan técnicas extendidas,
no convencionales, por medio del contacto directo del cuerpo con placas sonoras
de bajo voltaje y una serie de máquinas electrónicas abiertas y disrupcionadas
manualmente. Como experimentación visual, utilizan proyectores analógicos
construidos manualmente, presentando un ensamble visual conformado por
pantallas múltiples que se desplazan por el entorno, que buscan relaciones
simbólicas entre la imagen proyectada y su contexto.
Juan
José Calarco se sumó para intervenir en el lenguaje sonoro. Su impronta es la
de recorrer topografías sonoras y cortocircuitos que movilizan la tierra y
expanden paredes. Cerrando la ceremonia, Zigo Rayo Pineal
presentó rastros de mapas y de retazos sonoros,
alquimia de salvajismo electrónico, improvisación y sonidos ambientes.
Sonoraje y Peras de Olmo proponen correr los límites
entre la música, el sonido y el ruido. Habilitar la escucha, la percepción, la
vibración corporal con la expansión del espacio y construir una narrativa
sonora con la vivencia, un habitar surcado por la luz, las formas, las texturas
y el color. Este cruce de lenguajes es una cita a desautomatizarse, a
deshabituar los sentidos de manera tal que sea posible lograr una sensibilización desestructurante a los preconceptos acerca
del ruido y las figuraciones. Simultáneamente, permite sacudir los parámetros
culturales acerca del arte, la presencia y el espectador.
En Sonoraje, las ondas sonoras y lumínicas chocaron
en el aire para construir un universo que nos rodeó mientras los cuerpos se
dejaron transportar al centro ritual. Sentados en el piso o bailando en los
rincones, resonamos. Con esta virtualidad de espacio otro y de espesura onírica,
salimos a la calle con la sensación de poseer resortes en los pies que brincan
al ritmo de los semáforos.
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