miércoles, 8 de febrero de 2017

Me llaman Big Mama


Mucha gente me pregunta: ‘¿Qué es el blues?’ Pues voy a contarte lo que es el blues: cuando no tienes para pagar tu comida, ahí tienes un blues; cuando no te alcanza para pagar el alquiler, sigues teniendo blues. Mucha gente dice: ‘No me gusta el blues’. Pero cuando no tienes dinero, no puedes pagar tu casa y no te alcanza ni para comer, estás condenado al blues”
Howlin’ Wolf

Roma Vaquero Diaz – El 11 de diciembre la gran cantante de blues, que todavía estremece con su voz, habría cumplido 90 años. Big Mama Thornton no sólo fue una precursora en la música, sino que se plantó ante un mundo de hombres y se abrió paso con una fuerza atronadora.

Big Mama frunce el ceño y larga un alarido que abraza el sonido de la guitarra de Pete Lewis. Vestida con una camisa a cuadros, ladra “Hound Dog” y su mandíbula se ladea. Todo en ella es inmenso y potente: su cuerpo se bambolea como una formación de ferrocarril latiendo y resonando por todo el escenario, mientras su voz estalla desde lo más profundo de su vientre. El blues es la vía a través de la cual denuncia la opresión racial, de género y de clase.

Willie Mae Thornton nació redonda, como una luna, bajo el cielo negro de Ariton, Alabama, el 11 de diciembre de 1926. Hija de Mattie Haynes y del pastor baptista George W. Thornton, creció junto a cinco hermanos en el sur de Estado Unidos, una región violentada por la depresión económica y el racismo, donde la música era la posibilidad de expresión y de encuentro con los sueños y la esperanza. A los cuatro años cantaba junto a su madre en el coro de la iglesia dirigida por el pastor Thornton. Pero las ceremonias con la pequeña eran demasiado salvajes para la iglesia, por lo cual comenzó a tocar la armónica, aprovechando que su hermano desechaba las que ya no usaba; Willie Mae las rescataba de la basura y practicaba, y a los ocho años ya sabía manejar el instrumento. Así, soplaba en las tardes que debía quedarse en casa, en lugar de estar en la escuela, para cuidar a su madre que había enfermado gravemente.

A los catorce años, su madre murió de tuberculosis y Big Mama abandonó el hogar; no deseaba quedarse allí cumpliendo las tareas domésticas. Tampoco quería ser otra cosa que no fuera ella misma. Usaba el cabello corto, ropa masculina y de trabajo. No le gustaban los estereotipos de género establecidos y fue eligiendo la manera de construir su sexualidad.

El blues es ese aire caliente que se esconde entre el pecho y el alma, y la única forma de sacarlo es cantando, pero Willie Mae todavía tenía que encontrar la oportunidad. Mientras tanto, para buscarse la vida, ganaba algunos pesos limpiando los baños de un bar. Una noche, el cantante habitual del lugar estaba demasiado borracho como para subir al escenario, así que Big Mama convenció al dueño de que ella podía hacerlo. Después de ese día, ya no seguiría limpiando. Se sumó al grupo itinerante Hot Harlem Revue, con quienes participó de la comedia Snake Anthony, en el teatro Pekín de Montgomery, Alabama. En esos años, quedó embarazada pero le quitaron la custodia de su hijo y no volvió a verlo nunca.



Bebedora, bromista y algo peleadora

Big Mama Thornton cantaba como masticando la vida para poder digerirla; las intensidades de su voz iban desde lo más salvaje a lo más dulce, alternando con la armónica, las bromas y las anécdotas. En 1948 dejó el grupo para actuar en el circuito musical de Houston, donde fue puliendo su presencia escénica. La cantante era una bebedora feroz, bromista y algo peleadora. Le gustaba demostrar que podía ser igual o mejor que un hombre, tanto en el escenario como con el alcohol. Disfrutaba ocupando esos espacios y sabía cómo ganarlos. Los lugares que en ese momento estaban reservados para las mujeres no le quedaban cómodos, y elegía las peleas callejeras antes que las tareas domésticas.

Esta Venus de Willendorf medía 1.82 metros y pesaba 157 kilos, improvisaba, y su cuerpo y su sexualidad estaban presentes en cada palabra. En la canción “They call me Big Mama” aúlla: “Me llaman Big Mama porque peso ciento cuarenta kilos. Los puedo mover, los puedo menear y puedo darte lo tuyo. Te alegraré por la mañana si me llevas a casa contigo”. Pero su cuerpo majestuoso no era suficiente para sostener la orfandad que sentía y transmitía en sus canciones, que la encadenaban al fondo del río Alabama. Así que se llenaba de alcohol para que sus penas nadaran y salieran a la superficie de sus labios.

En 1952 conoció a Johnny Otis y éste descubrió que Big Mama no sólo cantaba sedienta de desierto, sino también que la cadencia de las Work Songs de las esclavas se escapaba entre sus dientes para hacer llorar la armónica como nadie. Por eso decidieron grabar juntos y salir de gira. En agosto de ese mismo año, graban “Hound Dog”, junto a la banda de Otis y bajo el sello Peacock Records. Esta canción la habían escrito Jerry Leiber y Mike Stoller en apenas quince minutos, garabateando sobre una bolsa de papel marrón. Big Mama comenzó a cantarla, le cambió algunas palabras y la convirtieron en un éxito que plantaría las bases de lo que sería el rock and roll blanco.

Esta canción, que llegó a ser número uno de las listas de R&B, es una denuncia de violencia de género. Entre ladridos y contrapuntos, Big Mama relata la historia de una mujer que está cansada de ser maltratada por su esposo, que es como un “perro de caza”, y decide echarlo. El blues no sólo le daba voz sino que también le brindaba la posibilidad de realizar una doble denuncia acerca de la sociedad patriarcal y racista. El blues le permitía emanciparse como sujeto dentro de esa sociedad. Su música, como espacio de expresión y de protesta, habla de la libertad y de la igualdad sexual. Estas denuncias permitían sacar lo privado al espacio público. Las letras no funcionaban sólo como testimonios personales, sino también como colectivos. Angela Davis señaló que del blues emergen las primeras manifestaciones feministas que se revelan ante los discursos patriarcales, porque cuando una mujer cantaba y relataba sus dolores y sus luchas, lo estaban haciendo todas las mujeres.

En 1956, esta canción fue popularizada por Elvis Presley, quien, pensando en un público blanco, no sólo suaviza las referencias sexuales sino que también modificó completamente el sentido de la pieza, hablando de un hombre que se burla de su novia. Con esta versión, Elvis vendió muchísimas más copias que la versión de Thornton, que terminó siendo olvidada.



El rock blanco y el ocaso

En este tiempo, el dinero y el éxito se van a las manos de los reyes blancos del rock and roll. No había más espacio que tugurios sucios para una mujer pobre, negra y cantante de blues. Rebelde y desafiante ante la tristeza, Big Mama buscaba el aliento en la música y en sus amigos, a los cuales cuidaba y quería. El amor siempre fue un tanto escurridizo para ella. En su vida privada era sensible, no tenía mucha confianza en sí misma, era divertida y algo tímida, no le gustaba hablar mucho sobre ella. Lo que no ganó en dinero lo ganó con el respeto de sus colegas. Sabía cómo defenderse, por eso siempre llevaba en su bolso una botella de licor y un arma. Todos coinciden en que, si en un espectáculo no le pagaban, se iba a las manos con el organizador hasta que le dieran el dinero que le habían prometido.

A comienzo de 1960 su carrera se había apagado. Se instaló en San Francisco, donde actuaba en pequeños locales para ganarse la vida sin mucha repercusión. Pero a mediados de esa década, en Europa los escenarios comenzaron a llenarse de blues y fue invitada a formar parte de la gira “American Folk and Blues Festival”.

En 1967, una joven texana llamada Janis Joplin grabó “Ball and Chain”, una canción que Big Mama había compuesto. Este éxito le abrió las puertas a un nuevo público, los hippies la respetaban y en Europa la esperaron y la recibieron como una grande. Esto le permitió una nueva ola de reconocimiento y la grabación de dos discos: Big Mama Thornton in Europe y Big Mama Thornton with the Muddy Waters Blues Band. Otra vez su presencia irrumpía en el espacio. Sobre el escenario, frente a la mirada del público, se sentía cómoda y amada, como si esas miradas le permitieran verse a sí misma. En esa sociedad racista y machista, Big Mama se sentía libre, a pesar de su pobreza. Cantó hasta el final de sus días, aunque no es una de las damas más reconocidas del blues. La historia patriarcal realiza un recorte en cuanto a qué y a quién recordar. Las muchísimas mujeres que construyeron la historia del blues fueron resumidas a algunas pocas cantantes, rodeadas de nombres masculinos e instrumentistas que se repiten hasta el cansancio. De hecho, las primeras en grabar blues fueron las mujeres, que no sólo marcaron un cambio en la historia de la música sino que marcaron bases para el feminismo.

La trayectoria musical de Big Mama es un puente entre el blues de la primera época y la experiencia del rock psicodélico. Autora de muchas de sus canciones, multiinstrumentista, preparó el terreno para el festín del rock and roll. Su corazón dejó de latir, en medio de una borrachera, el 25 de julio de 1984 en un cuarto sucio de Los Ángeles. En ese momento, estaba sumida en la pobreza total, producto de que siempre la engañaron a la hora de firmar los contratos por un pequeño detalle: no sabía leer. Johnny Otis y sus amigos de camino celebraron su funeral a puro blues. Big Mama murió pesando cincuenta kilos, chillando, gimiendo, ladrando y cacareando, como durante toda su vida.


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